¿Qué desearos, mis jóvenes
alumnos?
¿Cómo bendeciros, mis jóvenes
amigos?
Poseéis la juventud,
atesoráis la vitalidad,
gozáis de la alegría.
Vaya mi bendición con vosotros.
Un día fui joven
(y lo sigo siendo).
Transité caminos que habréis
de andar,
navegué ríos que habréis de
surcar.
La vida discurre bajo
vuestros ágiles pies
y fluye bajo vuestros
fuertes remos.
¿Cómo bendeciros, mis jóvenes
alumnos?
¿Qué desearos, mis jóvenes
amigos?
Lo mejor, sin duda:
la luz en los momentos oscuros,
la sabiduría en las
encrucijadas,
la paz entre las guerras,
el amor en vuestras venas.
¡Respirad profundamente!
¡Coged aire a pleno pulmón!
Y, con paso seguro
y manos llenas de coraje,
caminad, remad,
remad, caminad,
siempre camino adelante,
en constante río abajo.
¡Y disfrutad siempre del
paisaje!
¿Qué desearos, mis jóvenes
alumnos?
¿Cómo bendeciros, mis jóvenes
amigos?
Sin duda, con lo mejor:
con seguridad cuando todo
tiemble,
con fortaleza cuando todo
se derrumbe,
con firme decisión en las
pruebas,
con la memoria cuando se os
olvide.
Os deseo lo mejor,
mis jóvenes alumnos,
os deseo lo mejor,
mis jóvenes amigos.
A todos y cada uno de
vosotros:
porque este sencillo poema palpita
desde mi voz a vosotros
debida.
(Con
cariño y afecto a mis alumnos de 4.º ESO-A del colegio La Pureza-Grao; y a su
tutora, Maite Regalado).