martes, 17 de junio de 2008

PÉTALOS, FLORES Y MARIPOSAS

A mi hermana Mª Ángeles, ángel de mi guarda desde una infancia que hizo de ella fruta madura.

Sé que, cuando caía la noche,
convertías los pétalos de las flores
en mariposas que se posaban en tu pelo.
Y reías y reías, reías con ellas
con una risa que era agua y color,
soñando que te convertías en princesa
de un mundo sin dolor.
¿Cómo podré olvidar nunca
a aquella niña que completaba mi ser?
Día y noche estabas conmigo,
desperté a la realidad contigo.
¿Cómo olvidar tus dos trenzas morenas?
¿Sabes? Te lo diré:
tenías los mofletes más bonitos
que desearse pudieran,
y una sonrisa que colmaba de alegría,
una alegría que alimentaba a nuestra madre.
No pude tener mejor compañera de juegos,
ni tú mejor testigo de tu belleza.
Y si la vida te hizo madurar a la fuerza,
convirtiendo tu mirada de niña
en palabras y hechos de adulta,
que esa memoria de nuestros días felices
sea la fuerza que te alimente y nutra.
Grábalo en tu mente y tu corazón, hermana mía:
si has de mirar atrás, no mires con temor ni ira;
que sea tu mirada espejo límpido y puro,
jamás nido de fantasmas y rencores,
porque eres fuerte como quien te dio la vida,
porque sin ti sería más pobre mi pobre poesía.
Nunca te lo he dicho,
mas no tardará más mi palabra:
te quiero como quien eres,
compañera, hermana y amiga,
por ti entregaría mi alma,
por ti entregaría mi vida.