viernes, 6 de junio de 2008

(INTROSPECCIÓN Nº 5)

Pasos en la noche, búsqueda de la mañana.

Bajo un cielo de fino terciopelo negro
jaspeado de mil intermitencias eléctricas,
voy desgranando sobre el asfalto mojado
un puñado de pasos que no sé dónde me llevan.

Llueve, y la noche es intensa y es impura;
quisiera desentrañar la lógica de mi camino,
pero el destino se me escapa entre los dedos
como pensamientos que no sabes dónde fueron.

Sopla un viento cortante que compite con el rayo
por ver quién será, en golpearme, el primero.
Camino cabizbajo, las manos en los bolsillos,
rumiando mis pensamientos y mascando mi destino.

Pasan las calles bajo mis pies; paro, respiro;
pasan las farolas prendiéndome de su luz mojada;
y sigo desgranando sobre el mismo asfalto mojado
un puñado de pasos que no sé dónde me llevan...

pero es que no sé ni de dónde vengo...

Me detengo a contemplar mi propia imagen insomne
en un charco sonámbulo borracho de aguas negras.
Caen las últimas gotas, gasto mis postreras fuerzas,
y arrastro mis últimos pasos por las húmedas aceras.

Un banco acoge, piadoso, este cadáver que balbucea,
cabeza gacha, manos en la nuca, codos en las rodillas;
los interrogantes se agolpan, aceleran, frenan, estallan,
la noche nunca fue tan negra, ni la fe estuvo tan perdida.

Cierro los ojos: la noche brota en la misma noche
y una creciente oscuridad tatúa toda mi vida,
mi espíritu solo jadea, mi alma apenas suspira,
y, harto de derrotarme, casi compro la mentira.

Abro los ojos: una mano inmensa roza mi cabeza;
ya el alba propone las alas de una luz nueva,
ya la realidad su piel de mil caras renueva:
ya sé de dónde vengo, a dónde mis pasos me llevan.