martes, 15 de junio de 2010

Una bonita cita

LA SEMILLA Y LA FLOR (Fábula china)

Mis alumnos de Year 8C (equivalente a 1º de ESO) del colegio Cambridge House de Rocafort y yo hemos llegado a una conclusión al analizar un precioso cuento de la cultura china titulado "La semilla y la flor", que hemos formulado así:

"Que tus sueños los mate la realidad, pero no el realismo".

Y es que nuestros niños, nuestros jóvenes valen más de lo que a veces creemos. El pesimismo educativo y generacional que nos invade no nos deja "ver el bosque".
Me gusta la cita anterior: la realidad es poderosa, el realismo en ocasiones no es más que un simple espejismo. Y os dejo aquí el relato chino del que hablaba. Un abrazo a todos. Jose.


LA SEMILLA Y LA FLOR
(Fábula china)

Se cuenta que allá por el año 250 a.C., en la antigua y poderosa China, un príncipe de la región norte del país estaba a punto de ser coronado emperador, pero, de acuerdo con la ley, él debía casarse antes. Sabiendo esto, decidió hacer una competeción entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de ser su esposa.
Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío. Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años escuchó los comentarios sobre los preparativos y sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un profundo sentimiento de amor por el príncipe.
Al llegar a su casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo, le preguntó: "Hija mía, ¿qué vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura". Y la hija respondió: "No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi única oportunidad para estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz".
Por la noche, la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío: "Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí para ser mi esposa y la futura emperatriz de China". La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo: costumbres, amistades, relaciones, plantas, jardines... El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que, si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado.
Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía, pero nada nació. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo.
Por fin pasaron los seis meses, y nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación, la muchacha le comunicó a su madre que, sin importar las circunstancias, ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.
En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío en sus manos. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada, pues nunca había visto una escena tan bella. Finalmente llegó el momento esperado, y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención.
Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado: aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había conseguido cultivar nada. Entonces, con calma, el príncipe, joven pero sabio, explicó: "Esta muchacha fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles".